Ídolos
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Ídolos

Reflexión filosófica de Eduardo Esteban sobre los ídolos.

Eduardo Esteban Gracia | 31 dic 2023


    La necesidad del ser humano de tener un ídolo ha sido una constante histórica, antiguamente podía ser objeto de culto a alguna divinidad y se reflejaban en objetos, imágenes (por ejemplo con vírgenes, budas), deidades adoradas como algo mágico o personificado en un poder divino pero a partir del s. XX con la sociedad de masas esto se aplicaría a cantantes, deportistas, actores-actrices, youtubers, influencers. Un seguidor si tuviese presente a su referente querría abrazarlo, besarlo, tocarlo, pedirle autógrafos, etc...

    El hecho de que esto haya sucedido durante la historia hace pensar que hay una base psicológica en ello, aunque el cambio en el objeto-sujeto de adoración en la época contemporánea hace pensar en la influencia de la sociedad consumista actual (que va produciendo ídolos y se van “consumiendo” a gusto o necesidad del cliente que idolatra). Llama la atención que antaño la veneración a ídolos divinos era mucho mayor que ahora, en una sociedad más secularizada, en la que predominan personas.

   Dejaremos de lado la cuestión de idolatrar en grupo a un líder-referente con un gran carisma por el que sienten devoción, en donde sus individuos que lo componen (y que piensan igual) les conforta y les facilita estar en el mundo que viven. Les genera una mayor confianza y a eso les ayuda la solidaridad del grupo. Delegan en una voz común compartida y la propia parece desaparecer. En todo caso, les ayuda a sentirse mejor. Esto podría relacionarse con un cierto temor a tomar la iniciativa, de difícil realización por sentirse quizá más sólo e inseguro (recuerda esto a Fromm en su Miedo a la libertad). Parecería más cómoda la opción “refugio” en un colectivo.

    La figura de un referente en el día a día tiene que ver más con el êthos griego (la forma de ser de esa persona, su carácter, su comportamiento) pero también con el pathos (las emociones que suscita ese referente en sí mismo y hacia los demás). Cuando un sujeto elige a un referente, no sólo lo hace para aprender a cuestionarse cómo vivir o deliberar bien, sino también porque comparten algo más allá de lo normativo y que tiene que ver con una emoción, con alguna pasión que interconecta a ambos. Lo asociamos a un modelo de referencia. Con el Arte (mediante un objeto o corriente de referencia) esas emociones pueden transmitirse también luego sería un ejemplo de referente que no sería persona o divinidad.

    La palabra ídolo procede del griego y en latín se decía “idolum” para referirse a una persona o imagen que genera devoción.

    Ciñéndonos al referente-ídolo (a modo de una divinidad no religiosa),  este es atribuido (por parte del “fan”) de unas condiciones ideales, casi sobrenaturales (mediante un proceso de idealización que engrandece y exalta a ese “objeto de culto” sin que cambie su naturaleza), con un gran poder, esto podría indicar que una de las características que atrae del ídolo (excesivamente adorado o amado) es el factor “espejo” de verse reflejado en lo que uno quisiera ser. Además de ello, resulta más sencillo reunir todas esas características en una persona externa (que ya creemos que reúne todas esas cualidades) que en uno mismo (que sabe que no las tiene y es muy complicado que se tengan), pero esto parece compensarse por la fuerte afinidad emocional que se tiene con ese referente, de tal modo que hasta parece (emocionalmente) que uno mismo es el que siente tener todas esas cualidades. El ídolo alimenta nuestras aspiraciones de perfección y la búsqueda de identificación referencial en ese posible “espejo”. Está proyectando una vida que hubiese querido tener. Esta fascinación que se tiene por ese referente le confiere de un prestigio que si le añadimos una cierta ascendencia moral podría decirse que sería un líder. El líder sería más accesible que el ídolo para el “fan”, puede estar entre los compañeros de estudio, los amigos del barrio. Freud hablaba de una faceta de la personalidad del sujeto que era el ideal del yo, en el que se intenta ajustar identificándose con alguna persona o modelo (padres, sus sustitutos en su ideario, incluso con algún ideal colectivo). Hay una necesidad de divinizar con el idolatrar que surge del interior psicológico.

    Podríamos pensar también en ejemplos de atracciones afines como la fascinación amorosa, en la sumisión a un líder.

    Los ídolos van respondiendo a los modelos de valores de cada época. En la antigüedad encarnaban la sabiduría, la protección, la lucha. En la actualidad la belleza, el poder, el dinero…

    El ídolo sería como un tipo de referente con mayor “enganche” emocional, con mucha energía, con lo que conlleva de pros y contras. En lo positivo podríamos decir que sientes inquietudes por la cultura, deporte (esto no sería tan claro con influencers…), aumentan su autoestima, el cultivo de relaciones sociales o como terapia contra la apatía o la indiferencia; en lo negativo esa dependencia emocional puede llevar a efectos negativos obsesivos o extremos (como iniciarse en la bebida, drogas, obsesión por tatuajes-piercings o “enganche” desmesurado a las pantallas), la mala educación del idolatrado puede confundirse con tener mucha personalidad. Hay que procurar desde familias y educadores que el adolescente no descuide sus obligaciones y que se les haga ver la importancia de la empatía y de poder admirar las cualidades de cualquier persona, no sólo de personajes conocidos, y que sean realistas y críticos. La exaltación excesiva puede ser señal de baja personalidad y/o autoestima.

    Se podría decir que los primeros ídolos (en la infancia) pueden ser la madre y el padre o personajes animados, ya en la adolescencia se acentúa la necesidad de tener referentes venerados (quizá por la búsqueda de sí mismos y una mayor necesidad de autoafirmación lo que alejaría de la  referencia infantil en los padres) “de carne y hueso”. No es casual la expresión “ídolos de la juventud” para referirse a la etapa vital con mayor afición al ídolo.

    Puede surgir también la necesidad de todo este tipo de referentes como una forma (surgida desde nuestro interior) de combatir una tristeza, un estado bajo de ánimo, una monotonía o un cierto vacío existencial, con el fin de darse un  sentido vital y una canalización a ciertas emociones ocultas. Hay como una necesidad de amor, cariño y amistad que está presente, así como de compartir y de abrirse. O bien como un reforzamiento de una personalidad indefinida (por la edad o la forma de ser). En cualquier caso, vivir ciertas pasiones son necesidades que el hombre debe experimentar.  En general, en una sociedad en crisis donde pueden escasear los modelos sociales, puede aparecer con más facilidad esta figura para llenar el vacío de forma pasional e incondicional.

   Pero también como un modelo para identificarse como decíamos, un referente en nuestro desarrollo y una fuente de aprendizaje para la construcción de nuestra personalidad.

    Los ídolos de masas (son exitosos, populares, hacen mucho dinero, muchos de ellos son guapos y eso es un plus para la adolescencia por ese carácter de “amor platónico”) serían un tipo contemporáneo de ídolo que arrastra un gran número de seguidores, en un concierto del ídolo (o en un acontecimiento deportivo) con la exaltación de las masas se crea una atmósfera de entrega total y alta energía. La presión de la opinión publicada y de las masas induce a estos fenómenos de idolatría, especialmente en edades tempranas cuando no está asentada aún la identidad propia aunque en menor medida también ocurre en adultos. En este último caso cuando están en un concierto reactivan su fidelidad pasional hacia ese ídolo recordando épocas pasadas de juventud e impregnando de nostalgia y “rejuvenecimiento” con ese acontecimiento.

    ¿Cuándo una persona, objeto cercano, podría considerarse un ídolo? Este tipo de personas suponen que estás dispuesto a compartir una parte de tu vida con ellas. Para ello implica que te abres y asumes alguna vulnerabilidad que “compensas” con una energía, vínculo e incluso “pasión” hacia ellas, perdonando o asumiendo sus aspectos negativos e incluso sobrevalorándola en lo personal. Pero una persona cercana es más conocida, conoces sus posibles virtudes y defectos, está ahí presente en el día a día, accesible o a escasa distancia y puede resultar más difícil esa idealización sobrenatural (por la monotonía del quehacer diario), por ello, podría encajar más la figura de los hijos, la pareja o algún progenitor en la condición de referente idolatrado.

    En algunos casos uno puede tener interés por alguien de la cultura y le da un vínculo emocional extra por la ideología que pueda tener llegando a la “idolatría”. En otros casos pudo suceder ese impulso a la "idolatración" porque lo relaciona a un  momento-vivencia personal importante en que se estaba en un ánimo vital muy bajo y le ayudó emocionalmente para salir de un bache, como pasa también con los buenos amigos.

    El ídolo “impone” modos y pautas de comportamiento, formas de vestir y de hablar lo que refuerza el vínculo emocional con el fan. Esto tiene el riesgo de que si la vida personal y los valores que desprende esa referencia son negativos, pueden crear un cierto impacto en la personalidad futura de ese joven. Esta forma de imitación a esas edades refuerza una dependencia y aleja la posibilidad de construir por sí mismo una autonomía personal que sea libre de valores y prejuicios que emanan de esa fuerte adhesión emocional a un desconocido. En un adulto resulta más fácil seguir admirando su bagaje “cultural-deportivo” y desligarlo de una posible faceta personal poco deseada (o bien ideológica poco afín).

    Un ídolo si muere trágicamente se convierte en mito por suponerse como una muerte de un ideario  colectivo que afecta  a muchos. Además, crea sensación de gran pérdida como la de un familiar cercano; visto desde fuera puede sorprender por no conocerlo personalmente y estar presente a mucha distancia pero sus creaciones, su fama diaria inmortalizada a través de los medios, su magnetismo, el vínculo emocional sostenido durante tiempo y algunos recuerdos personales asociados a él en momentos difíciles alimentan esa relación en forma de duelo. Aparte que el fan es agradecido y, en general, se suma al duelo por los innumerables momentos de felicidad que le ha proporcionado. Con esa pérdida esa divinidad se humaniza, se apartan sus posibles defectos personales y se conserva su devoción por el legado que deja y que puede seguir “consumiéndose”.

    Conviene decir que un ídolo no tiene por qué ser una persona, puede ser una idea abstracta como alguna  moda, las Redes Sociales, determinada música, el dinero, determinados programas en plataformas audiovisuales. Muchos de estos ídolos pueden parecer que los ofrecen a los jóvenes para tenerlos entretenidos, les ocupe mucho de su tiempo (más allá del pensado para el  ocio) y no cultiven el pensamiento crítico que deben empezar a desarrollar y que no es factible con tantas distracciones.

 

Referencia:

https://filco.es/como-hay-que-vivir-referente/

Imágenes:

https://pixabay.com/es/photos/monje-religi%C3%B3n-estatua-1600052/

https://pixabay.com/es/photos/hombre-cantante-cantando-voz-vocal-5431169/

https://pixabay.com/es/photos/m%C3%BAsica-en-vivo-rock-show-concierto-2219036/

https://pixabay.com/es/vectors/h%C3%A9roe-silueta-logro-ambici%C3%B3n-5142940/ 

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