"Vacío existencial"

       Y no son mis colmillos los que acaban con su vida, sino su decisión a morir. Su cuerpo se desploma sobre el altar, la luz de luna vistiéndolo con el luto de la muerte: puro y sereno. Y su sombra permanece aquí, atormentada por no haber conseguido salvarme. Siempre he pensado que el tiempo daría sentido a mi existencia. Hasta ahora, donde solo se ha saciado mi hambre terrenal. Y contemplando la cáscara vacía que llamaba esposa hasta hace unos instantes, comprendo que no hay eternidad que no signifique ausencia de tiempo.

El reloj de arena se vuelve frío contra mi pecho. Lo observo entre mis dedos: cómo su contenido se detiene y cubre bajo el polvo de tantos años. El colgante que recibí la primera luna que canté a mi perdida humanidad. La noche en que debió pararse, en vez de comenzar. Sin embargo, ahora entiendo que no era símbolo de mi vida, sino de mi esperanza.

Me dirijo a los ventanales de la sala y, por primera vez en siglos, descorro las cortinas. Hiladas con lágrimas de condena, se hacen a un lado recordando la libertad del día que ocultaban. La luna sigue brillando en el cielo a pesar de que alguien ya está pintando el horizonte con alba y réquiem. Ignoro si, aun habiéndola encarado tantas veces, me despide en llanto.

Le doy la espalda y apago cada vela en la estancia. Limpio la sangre de mis colmillos y tomo asiento en el trono, bajo la imagen del príncipe que empalaba cuerpos a su alrededor. ¿Se sentiría él así, vacío como yo, al final de su exánime maldición? ¿Escucharía las trompetas de los ángeles clamando justicia?

Y, pétalo a pétalo, como una flor de hueso, mi alma acaba por descomponerse. El reloj se quiebra y la arena se desvanece en esquirlas de tiempo. Rojo oxidado y palidez vacía. Despojado de todos mis alientos, abrazo el fuego del amanecer.