UNA PUERTA EN EL AIRE, POEMARIO DE YOLANDA GRACIA

Roberto García presenta un extracto de la presentación del libro realizada el 30/06/21 en los locales de la Agrupación Artística Aragonesa.

Roberto García Morales | 12 sep 2021

UNA PUERTA EN EL AIRE, POEMARIO DE YOLANDA GRACIA

La sabiduría popular ya nos avisa de que no hay dos sin tres, adagio que se ha tomado en serio Yolanda para ofrecernos este su tercer poemario, escrito, trabajado y moldeado, en su mayoría, como se puede observar al leerlo, durante la pandemia.

Una puerta en el aire, que así se titula el libro, se nos presenta casi como un álbum fotográfico, dejándonos imágenes e impresiones, a veces de tan solo una pincelada, como en “Amanece” o “Esta tarde”, otras, deleitándose en el recorrido visual del paisaje que se le ofrece, como en ese homenaje a Rosendo Mercado que es “Maneras de mirar” o en “¡Feliz lunes!”. Esto nos llevaría a enlazar con la propuesta, tan explorada como fértil, del mundo como representación, como teatro, en el que a veces somos espectadores, “Teatro, puro teatro”, en ocasiones somos contemplados, “El gorrión”, o, incluso, gracias al uso de un elemento tan del gusto de Borges como el espejo, somos espectadores y contemplados a la vez, “Cualquier mañana”.

Esta puesta en escena recoge temas ya tratados por Yolanda en otros libros, como lo que he dado en llamar poesía de lo humilde, que consiste en fijarse en elementos quizá poco poéticos, “Venus naciente”, “Resurrección truncada”, que acaban elevándose a categoría y se contraponen a las líneas rectas, a las construcciones humanas que, si en su primer libro asemejaban barrotes de una prisión, en este se les consigue encontrar un punto de vista más amable y colaborativo, “Amanece”.

Todo ello acaba siendo cronometrado por las profusas referencias que se encuentran en el poemario al campo semántico del tiempo “Aquí te quedas tú”, “Segundos” y “Basta un instante”.

Supongo que la labor que ejerció Yolanda como cuidadora de su madre, Caridad, que falleció en abril del año pasado y a la que se le dedica un sentido poema, ha llevado a la poeta a reflexionar sobre el paso del tiempo, y a que aparezcan en su obra ancianos, tan impresionantes, a veces, como Moisés o tan desvalidos, otras, como un viejo barco.

El agua que impregna todas las páginas del libro, como lluvia, tormenta, galerna, río, que, como todos sabemos, son nuestras vidas, o mar, que es el morir, nutre, purifica o, incluso, arrasa con todo haciendo renacer una nueva vida cual ave Fénix , no ardiente sino acuática. En ocasiones deja depósitos de aluvión en su recorrido que vienen serios poemas incluidos en este trabajo.

Las aves, símbolo de libertad, sobrevuelan la obra y nos ofrecen su punto de vista que, lamentablemente, no podemos compartir. Aves, además, preferentemente acuáticas. Garza, Martín pescador, Cormorán, que se caracteriza por zambullirse en busca de sus presas, logrando así la unión del aire y el agua, la sujeción al fluir del tiempo y el anhelo de libertad. Sospecho que es esta confluencia la que lleva a la autora a escribir metapoesía sobre cómo se compone la poesía , que es fundamentalmente libertaria, pero sujeta a unas normas.

Para terminar, y antes de pasar a leer alguno de los poemas, os recomendamos que, sea cual sea el orden de lectura, aleatorio o no, dejéis para el final el último poema del libro, “Aquellos años”, una especie de Confieso que he vivido de la poeta, que resume, no solo este poemario, sino toda su obra.

“CREACIÓN”

El barro como elemento literario para abordar la manufactura, el trabajo, tiene una venerable antigüedad, no solo porque las primeras muestras de escritura fueran sobre barro cocido, sino también por sus evidentes reminiscencias bíblicas. Agua y tierra unidas y moldeadas, precisan, para encender su fuego interno, que se sople sobre ellas. Un barro que, lógicamente, mancha, metáfora del posicionamiento ético y estético que cabe exigirle al artista. Ya lo decía Gabriel Celaya. A destacar la notoria aliteración en nasales que pretenden imitar el ruido del esfuerzo físico.

“ VENUS NACIENTE”

Un ejemplo de poesía de lo humilde. La noche, a través de los recovecos de un barrio, infiero que de no muy buena reputación, se posa en un charco. Allí se va a reflejar el lucero del atardecer, Venus. La belleza y el amor aparecen en los lugares más inesperados. Fijaos en la gran cantidad de íes acentuadas, especialmente a final de verso, la vocal más asociada a lo pequeño.

“AMANECE”

Las construcciones humanas forman un pentagrama, con los pájaros como notas. Una greguería que le habría gustado a don Ramón.

“AQUÍ TE QUEDAS TÚ”

Todas hieren, la última mata, nos advierte el reloj de sol sobre las horas. Las agujas del reloj son guadaña que va segando, segundo a segundo, nuestras vidas. Este poema podría dividirse en dos partes. En la primera, la descripción del reloj, el ritmo, conseguido mediante esdrújulas, pretende imitar el tic-tac, y los adjetivos recalcan la indiferencia del tiempo por nuestras vidas. En la segunda, la oración fluye con rapidez y naturalidad hasta llegar al inevitable final.

“RESURRECCIÓN TRUNCADA”

Para insuflar vida en una materia informe, el método bíblico consistía en un soplo de aire divino. Aquí, en Zaragoza, sabemos mucho de aire, aunque dudo que podamos considerarlo divino. Es el cierzo el que da vida a una vieja bolsa. Se observa cómo las frases bambolean al compás del viento. Al final, el intento de resurrección, acabará de manera fatal para la bolsa.