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Noches de jardín Zaragoza / 2659-7578
Noches de jardín

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Los paisajes nos invitan a la reflexión a partir de la lectura inspiradora del siguiente artículo: http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/2015/04/lo-urbano-como-sociedad-sin-asiento.html

Eduardo Esteban Gracia (texto e imágenes) | 28 ago 2019


       Habitamos en nuestra  casa; centrémonos primero en su faceta “cueva” (parece que cada vez somos más sedentarios) … ¿Por qué se agudiza esa tendencia? (Por ese ritmo de vida impuesto-autoimpuesto por los efectos del trabajo y estrés diario en donde incluso los fines de semana nos “encerramos” para reponernos del desgaste de la semana).

¿Podemos asegurar que, además de habitar, vivimos en nuestra casa?

En general, la casa es el hábitat, uno cree estar seguro, con más “poder” (por ejemplo, cuando trasnochas  sin “decibelios” que “echarse a la cara”, te sientes más íntimo, más “dueño de sí mismo”), parece más vida para nosotros porque nos da ese plus de libertad, autonomía, seguridad y certidumbre; aparte de que hay una dinámica de poder hacer más cosas en tu propia casa (nuevos trabajos, actividades deportivas, aplicaciones vía nuevas tecnologías…).

¿Pero también nos estaríamos construyendo con ello una especie de “muralla” o frontera que nos esté aislando de los demás? ¿O también por poseer un “temor crónico” a la vida pública? Un ejemplo palmario sería esas mansiones o bellas urbanizaciones con vallas-medidas de seguridad…

Lo que se aprecia en el hábitat urbano es esa tendencia dual a dos mundos: el interno y el exterior.Paisaje de Nueva York

    Puede pensarse que la vida interna es más de relaciones sociales, confianza, complicidades en contraste con la frialdad del exterior (en donde no parece que haya vida propia)… Aunque eso sería cada vez más discutible también en el mundo interior.

¿Pero esa posible “criminalización” de la vida exterior no provocaría como una “amputación” de tu personalidad (que trascendería de facto a uno solo de esos ámbitos), plasmándose en necesitar salir al contacto, a airearse, intercambiar (experiencias y sensaciones) y buscar equilibrio entre los dos mundos? Es cierto que en todo caso uno emigra físicamente por variopintas causas (por asuntos laborales, de viajes, los hijos por nuevos proyectos vitales, un miembro de la familia al salir de casa a despejarse y “descomprimirse” para dar una vuelta…).

En esa esfera interna incluiríamos familia, grupos religiosos, deportivos, políticos, sindicales, empresariales, sociales, de amigos, “gastronómicos” … abarcando de conocidos a conocidos profundos, en una lógica localizada-territorial (en un punto espacial más o menos fijado): esto conformaría un tipo de paisaje urbano estable y definido…

    En la esfera exterior estarían los desconocidos totales o relativos, con una mezcla de reserva, distanciamiento, anonimato,  extrañamiento, con “masas corpóreas” que se entrelazan y/o esquivan componiendo pasajes… Es verdad que en esos encuentros “azarísticos” se pueden experimentar algunas sorpresas, (vaya, aunque parezcan dos mundos que se quieran “estanquizar” hay más interconexión de lo que pueda parecer…) y ambas son vida, no sabría en qué porcentaje estimado.

No hay que olvidar también que ese exterior figurado se da en interiores “físicos” como un centro comercial, pasillos de estaciones, metro… Por cierto, ¿los bares qué serían? ¿Algo mixto? ¿Depende de si es tipo barrio-Cheers (más familiar interno) o un pub de copas (gente más desconocida, de mundo externo)?

 

¿Y el trabajo (con el paulatino empeoramiento de condiciones, sacando lo peor de uno mismo y produciendo mayor distanciamiento en el trato por falta de tiempo) iría de interno a externo? ¿El matrimonio? Si no va bien iría trasvasándose de interno a externo (por empeoramiento de relación). Aquí, en estos dos últimos casos, veríamos por tanto un trasvase (como en cada vez más casos, desgraciadamente) de interno a externo.

En estos ejemplos se apreciaría la vulnerabilidad de la eficacia de los códigos de relaciones en el mundo interno (producto de la vida líquida, que diría Bauman). También existen asociaciones constantemente modificadas, interrumpidas por esa vida líquida de la que hablaba.

   A los individuos de la “esfera externa” se les llamaría “gente”, cuando definimos este vocablo no localizamos sino que en el subconsciente describimos una generalidad (exterior-extraña) nómada, lejana, en el “afuera” en contraste con colectivos internos como equipo, familia, tribu. La “gente” sería una “coalición de transeúntes” que se mueven “sobre la marcha” (en el doble sentido de su movimiento y de la improvisación-indeterminación de su movimiento).

 

          En otro ámbito de clasificación y más general, ya no solo ceñidos al urbano, estaría ese trío paraje-paisaje-paraje que se establece y deriva de lo anterior. Podríamos pensar en una graduación de estos tres conceptos (tanto en su contenido físico como por el tipo de vida que pueden conllevar): Paraje como algo estable, sublime, origen natural, sin “basuraleza”, fijo, cercano a lo divino, de obligada contemplación, que promueve a formar parte de, a la “descompresión” y a la realización de actividades de calado espiritual… Paisaje como algo similar, aunque últimamente algo desnaturalizado, nunca mejor dicho, en dos acepciones (en que se vaya alejando de la natura y en que vaya perdiendo su significado original), ampliado a esferas no necesariamente de naturaleza, por ejemplo urbanas, artísticas o que puedan construirse artificialmente, sería un lugar “intermedio” en una hipotética escala graduada entre paraje y pasaje … Pasaje como episodio fugaz sin ni siquiera una brizna de “poso”, insustancial, van y vienen, esquivan y auto-esquivan, miro para no mirar (para eso estarían las gafas de sol), superficial, opuesto a los dos conceptos anteriores…

 

 

 En fin, que podríamos pensar en contemplar lugares mágicos, estables, poco “degustados” (que nos configuran, dan “cuerpo” y nos dejan huella buscando además, si es posible, la participación activa e integración en ellos para sentirse más importante en proyectos de todo tipo). En vez de dedicarnos cada vez más (sin querer probablemente en muchos casos) a ser sucesión constante de pasajes sin “patrón” movidos por el azar e inestabilidad, que no inmortalizan y nos “mediocrizan”…

 

 

Aunque todo es contradicción en la vida… Los paisajes urbanísticos “colmeneros” más o menos turísticos son estables y poco contemplativos.

 

Nota del autor: el presente ensayo se ha redactado reelaborando algunas ideas tomadas a partir de la lectura del siguiente artículo del blog de Manuel Delgado Ruiz, "Lo urbano como sociedad sin asiento" [http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/2015/04/lo-urbano-como-sociedad-sin-asiento.html]

 

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