EL MOVIMIENTO
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Noches de jardín

EL MOVIMIENTO

Reflexión sobre la necesidad de movimiento muy al hilo de la situación vivida en este año.

Eduardo Esteban Gracia | 12 sep 2020


   

    Hablábamos en el artículo “Transmitirse para crecer” del número anterior de la revista de la necesidad del individuo de crecer y superarse mediante su expansión al exterior para conocer, amar, aprender y lograr la proyección (parcial o total) en otro lugar-ser, para reforzar el conocimiento y alcanzar cierta plenitud… Eso permitía una cierta visión de un cuerpo “aprisionado” que consigue liberarse “saliéndose” (mediante cópulas, viajes, representaciones, máscaras…) y expandiéndose permitíendose crecer y aprender sobre múltiples manifestaciones.

 

     Siguiendo con la tesis del cuerpo como “cárcel”, y en otra dimensión: ¿qué relación tendría esto con el movimiento del individuo? Podría pensarse en el movimiento como una posibilidad que se ofrece para “salirse” del cuerpo-coraza. Así, el movimiento sería clave para la actividad cotidiana del individuo, no solo por hacer actividad física para mejorar la salud, sino por una cuestión mental.

 

    Por algo, cuando se habla en general del ser vivo, asociamos el estar vivo con moverse como señal inequívoca de no estar muerto. Decía Xhevat Hasani que el movimiento, junto con la alimentación, el aire y el amor, es una necesidad vital y que sin movimiento no hay vida. Por dentro de nosotros todo se mueve (circulación continua) y podemos considerar la respiración como primer movimiento (para los pulmones, la caja torácica...).

    Tiene todo el sentido, ya que si estamos parados mucho tiempo el organismo (sobre todo en lo psíquico) puede ir acumulando pequeñas parcelas “estancadas” y necesite “ponerse en marcha”. Se dice que la actividad física es positiva también para activar circuitos en la mente y ganar atención e inspiración.

 

     

 

    En este tipo de sociedades sedentarias (a veces forzadas por la situación de estos meses de pandemia), olvidamos la importancia de moverse y de “no quedarse atrás”.

    El movimiento es una herramienta de fomento de las relaciones sociales: bailes, danza, hacer deporte, jugar (¿en qué porcentaje el juego es motivador por el movimiento que haces?), peregrinar…

 

    Debemos entender que si una mente se mueve y va a gran velocidad lo asociamos a reflejos, capacidad de captar conocimiento y aprendizaje posiblemente más rápido.

    Cuando paseas (aparte de sus ventajas para la psique y el propio ejercicio físico) le sumas una curiosidad entremezclada por buscar-encontrar-conocer, aunque no pretendas llegar a ningún sitio.

 

    Yendo más al interior nuestro, para explicar la necesidad de moverse cuando uno está nervioso, estresado o largo tiempo quieto, busca moverse (un ejemplo serían los tics nerviosos), como necesidad vital en la que uno parece que está con ello dándose salida de su propio cuerpo que en ese momento le resultaría una coraza o estorbo (como quitarse de encima al sentirse incómodo en él).  El movimiento le supondría una forma (a pequeña escala) o un medio “auto-engaño” de salirse de él (por el hecho de cambiar de posición la mano, solo con estirar el brazo por ejemplo); es decir, buscas partes del cuerpo como manos y pies (lo más natural y sencillo, pero no solo) y alejarlas del tronco para parecer que de alguna forma algo tuyo se sale de esa cárcel temporal y te permite tener la psique o el inconsciente (“medio engañada”) más a gusto… Así, el movimiento en esos momentos explicaría ser una segunda forma de respirar, una terapia temporal vital… Cuando uno está mucho tiempo encerrado en casa, quiere salir, airearse y salirse de nuevo de la coraza de estar aprisionado, el paseo es una terapia básica en ese momento... No digamos a mayor escala, si viajas o haces largas caminatas… Salir y “salirse” (“estás que te sales” se proclama para decirte algo positivo) para dejar de nuevo el cuerpo fijo de un lado y necesitar encontrarse y explorarse haciendo ver un pequeño movimiento como una victoria, dando la sensación en su psique de salirse del envase y liberarse de alguna manera.

 

     Podemos también observar una escala de movimiento (y de necesidad vital de más a menos necesidad y de menos a más movimiento) en respirar, moverse, pasear, caminar, viajar. Vemos en el ejemplo de los niños cómo van aprendiendo y descubriéndose a partir del movimiento y ya posteriormente se desplazan.

 

 

    Analizando el término quieto e inquieto, inquieto sería “no quieto”, que se mueve, y lo asociamos al término inquieto cualidades como curioso, ávido por aprender.  Lo mismo con la actividad (que lleva implícita sus dosis de movimiento), estar activo… ergo movimiento es, de nuevo, vida, aprendizaje y fuente de salud y conocimiento... y de trabajo como los que necesitan la movilidad geográfica (a veces en casos más extremos).

 

    Privar a alguien de moverse sería una forma de coartar su libertad lo mismo que el que no se “mueve mentalmente” o no piensa  (voluntariamente o no) es un poco menos libre. Todos sabemos que una persona inmovilizada no es un ser vivo pleno. Cuando un paciente ingresado largo tiempo en un hospital tiene una doble enfermedad: la propia de estar enfermo y la de permanecer tiempo sin apenas moverse. Cuando estos pacientes regresan a casa deben reponerse de esa segunda enfermedad más lentamente con la rehabilitación posterior que le ha penalizado (y que le afecta física y psíquicamente).

En la ciencia es habitual hablar de leyes o principios de movimiento (por ejemplo, de la mecánica clásica con Newton). En lo colectivo se habla de movimientos sociales, de liberación como principio de superación para lograr objetivos de progreso para esos colectivos. En el otro lado de la balanza, por lo negativo, hay movimientos comúnmente mal vistos como el hecho de deambular o para determinados movimientos colectivos….

 

    Hablar de movimiento sería hablar de vitalidad, de necesidad, de actividad, de transmitir, transportar, comunicarse (un diálogo vital con el entorno), de buscar emociones, de encontrarse, de abordarse, de mejorarse y de integrar el cuerpo-mente. Decía Nietzsche que todos los pensamientos verdaderamente grandes son concebidos al caminar.

 

    El desplazarse–moverse, como vemos, puede considerarse un medio y un fin… De hecho ¿no podría considerarse en un mundo fluido, en una realidad líquida presente que no hay una característica suya más inherente que el dinamismo alojado en un movimiento? O procesos vitales como crecer o madurar llevan implícito movimientos complejos internos… Luego sería un ADN de la vida en mayúsculas…

 

 

Imágenes:

 

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Patricia Aso Rubio

Eduardo Esteban Gracia

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