El Duero y Oporto: entre la tradición y la vanguardia
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El Duero y Oporto: entre la tradición y la vanguardia

Se inaugura la sección de viajes en nuestra revista. Yolanda Hernández nos narra un viaje lleno de belleza y literatura en nuestras hermanas tierras portuguesas.

Yolanda Hernández Ruiz | 11 sep 2022

                                                                                                                                                  Río Duero, río Duero,
                                                                                                                                                        nadie a estar contigo baja,
                                                                                                                                                   ya nadie quiere atender
                                                                                                                                                       tu eterna estrofa olvidada.

    Estos versos asonantados que Gerardo Diego inmortalizó en su "Romance al Duero" resonaron una y otra vez en mi memoria las primeras semanas de julio cuando me dispuse, con mi familia, a acompañar el cauce de este río solitario y a escuchar su eterna estrofa desde Zamora hasta su abrazo final con el Atlántico en Oporto. Fue una delicia para los sentidos recorrerlo desde el puerto fluvial de Pinhão en un rabelo (barco tradicional portugués que transportaba las barricas de vino) y contemplar su avance pausado, la belleza de sus viñedos escalonados en verticales milimétricas, el cruce con los barcos que navegaban sosegadamente y el paso del tren (Linha do Douro) que discurre junto al cauce del río. Sin duda, un espectáculo hipnótico que aconsejo coronar con una buena cata de vino.  Y por fin la llegada al destino del río: Oporto, ciudad cuyo nombre remite a lo que siempre fue, el puerto y origen también del actual nombre del país, ya que Oporto, antiguamente denominada Cale, era una pequeña aldea ubicada en la desembocadura del Duero, a la que los romanos añadieron un puerto, “Portus Cale”, origen del nombre de Portugal.

El Duero a su paso por los bancales escalonados

El Duero a su paso por los bancales escalonados

    Oporto es una ciudad que enamora. La conocí por primera vez hace 20 años y ya entonces me pareció bella y triste como un fado, me cautivó su aire bohemio y decadente, su estética “vintage”, su elegancia descuidada, los tejados ocres y su encantador casco antiguo, repleto de empinadas cuestas y de fachadas vestidas de azulejos en blanco y azul.  Mi reencuentro con ella no ha hecho sino confirmar esa primera impresión y constatar que se trata de una ciudad que envejece bien y que a la vez disfruta actualmente de un rejuvenecimiento urbanístico y cultural que la hace, si cabe, más interesante que antaño. Os invito a dar un paseo por estas dos ciudades en una: la tradicional que mira al pasado y la que se asoma al futuro con una mirada renovada y vanguardista.

   Para disfrutar de la histórica ciudad, solo hay que perderse por sus estrechas callejuelas, contemplar cómo pasa la vida entre coquetas pastelerías, comercios familiares, tascas tradicionales, pequeños cafés u otros de reconocido renombre como el Majestic en la comercial rúa de Santa Catarina (ejemplo de café tertulia elegante donde se reunía la intelectualidad portuense), viejas librerías de ensueño que dan fe del amor de la ciudad por los libros, como la librería Lello & Irmau, todo un despliegue de decoración neogótica y art nouveau, con una espectacular escalera carmín,  rodeada de estanterías labradas en color madera que la hacen merecedora de ser considerada como una de las librerías más bonitas del mundo. He de decir, no obstante, que la magia y el encanto que me transmitió esta antigua librería hace 20 años se ha visto empañada esta vez al contemplar las colas kilométricas que se agolpaban frente a la entrada desde primera hora de la mañana, pero no con el objetivo de comprar u hojear los libros que allí se encuentran, sino simplemente con el deseo de pisar y fotografiar furtivamente la librería que supuestamente inspiró a J. K. Rowling para recrear la del callejón Diagon de Harry Potter. La autora no ha confirmado nunca tal inspiración, aunque sí es cierto que vivió en Oporto durante un tiempo. Sea verdad o no, lo que sí resulta triste es ver cómo la esencia de la librería se ha perdido y los propietarios se han visto obligados a pedir 5 euros ante la avalancha de visitantes (precio que se descuenta al adquirir un libro). Cerca de Lello &Irmao, se encuentra la librería Poetria, un pequeño negocio especializado en poesía y teatro en el que no hay colas ni precio de entrada.

       Todo aficionado al arte no debería irse de la ciudad sin visitar la rúa de Miguel Bombarda, la calle más artística de Oporto, donde se dan cita galerías de arte contemporáneo, un mercado de arte y un centro de coworking creativo. Paseando por la zona, nos topamos con un mural gigante cuyos protagonistas nos resultaron muy familiares, se trataba de los dos personajes cervantinos más universales, don Quijote y Sancho Panza. Justo en el extremo de la rúa de Miguel Bombarda, encontramos la librería infantil Papa-Livros, donde las paredes están decoradas con libros e ilustraciones de los mismos y uno puede jugar a emparejar unos con otras.    

Iglesia de San Ildefonso

    En este recorrido por el centro antiguo de la ciudad (La Baixa) no podían faltar algunas de sus joyas arquitectónicas más conocidas, como la torre barroca de los Clérigos-la más alta de Portugal y faro entre el mar de tejas ocres, la catedral, las iglesias de San Francisco, San Ildefonso y la del Carmen, la capilla de las almas, el mercado Bolhao (actualmente en obras) y una de las estaciones de tren más hermosas y didácticas de Europa: la estación de  San Bento, cuyas paredes resumen en más de 20.000 azulejos las costumbres y la historia de Portugal.

  

Capilla de las almas

            Estación San Bento

   

    Junto a estas joyas arquitectónicas, también encontramos esculturas que llaman la atención del visitante. A mí me gustó especialmente una dedicada a Camilo Castelo Branco, un clásico de la literatura portuguesa y máximo exponente de su Romanticismo. Esta escultura rinde homenaje al escritor y a su novela más famosa, Amor de perdición y representa el abrazo entre un hombre mayor y una mujer joven, él vestido y ella desnuda, simbolizando el triunfo del amor y la pasión por encima de la razón.

   Para aliviar las subidas y bajadas de esta zona de la ciudad, no hay nada mejor que coger uno de sus tranvías históricos (“eléctricos” en portugués), vestigios del pasado que se resisten a ser piezas de museo y siguen rechinando por la ciudad y paseando su toque de nostalgia para goce y disfrute del viajero.

    Para culminar este recorrido por la parte antigua de Oporto, no puede faltar un paseo por la Ribeira en la ribera del río (zona declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), la parte más vibrante, concurrida e icónica de la ciudad, con sus viejas fachadas asomadas al río, cuyos vivos colores parecían aliviar la tristeza de los locales por las ausencias de los pescadores que partían mar adentro sin saber si podrían regresar algún día. En esta zona de la ribera del río, es un auténtico placer petiscar (el equivalente portugués al tapeo) en cualquiera de los numerosos restaurantes y terrazas que ofrecen tapas elaboradas con productos locales como el bacalao, el polvo o pulpo, la sardina asada y la famosa francesinha (el plato típico de la ciudad), todo ello regado con un buen vino local. Otra forma de admirar la belleza de Oporto y los seis puentes que la atraviesan es subirse a uno de los barcos o rabelos que salpican la Ribeira, antaño portadores de barricas de vino y hoy repletos de turistas ansiosos de inmortalizar desde el agua la imagen más pintoresca de la ciudad.  

   Los seguidores de Baco podrán presenciar en primera línea dónde se fabrica el vino de Oporto visitando alguna de las afamadas bodegas al otro lado del río, justo enfrente de Oporto, en Vila Nova de Gaia adonde se puede acceder a pie por la parte baja del puente Luis I, discípulo de Gustave Eiffel, (esta zona está actualmente siendo restaurada y no pasan coches) o bien por la  parte superior a la que se accede mediante ascensor o funicular.

    Además en Vila Nova de Gaia se ha inaugurado recientemente WOW (acrónimo de World of Wine), un nuevo distrito gastronómico y cultural de 35.000m2, ubicado sobre las antiguas bodegas Taylor´s con numerosos restaurantes, cafeterías, museos, galerías de arte y todo ello con el vino como protagonista indiscutible.

  Pero Oporto no se reduce a cuestas, azulejos, iglesias, tranvías antiguos, puentes, bodegas de vino y ropa tendida al sol, también se ha ido consolidando como un vivero de arquitectura, arte y diseño vanguardista y buena prueba de ello lo dan tres edificios: la Casa de música y su fachada poliédrica,  la terminal de cruceros de Leixões del arquitecto Luís Pedro Silva y el museo de arte contemporáneo de Serralves que incluye su preciosa casa estilo art-decó, todo un referente internacional que ha sabido integrar su diseño luminoso y minimalista con la naturaleza que lo circunda, creando un mismo espacio donde se respira arte y relax al mismo tiempo.

   Si se dispone de tiempo, aproximadamente a una hora de Oporto, se encuentra Viveiro, la Venecia portuguesa, y Costa Nova con sus encantadores “palheiros”, antiguos almacenes usados para guardar utensilios de pesca y hoy reconvertidos en preciosas casitas turísticas pintadas a rayas de distintos colores. Asimismo, el patrimonio histórico y cultural de Braga (la ciudad de los obispos) y Guimarães (cuna de la nación) también merecen una visita.

  Mucho más cerca, en los alrededores de Oporto, los graznidos de gaviotas nos avisan de que estamos junto al mar, concretamente en Foz do Douro donde volví a escuchar de cerca  las aguas del Duero y lo acompañé en su tramo final, en el punto exacto donde se funde con el Atlántico y muere, ya cansado y viejo, tras recorrer casi 900 km desde los Picos de Urbión. Foz es además un enclave donde el océano golpea con más fuerza y, pese a ser en su origen un sencillo pueblo de pescadores, en la actualidad es una zona exclusiva donde descansa la clase alta portuguesa que ha convertido Foz en una ciudad balneario, un lugar cosmopolita con vistas privilegiadas al río y al mar y con atardeceres de ensueño.

    Para terminar, quiero retomar los versos de Gerardo Diego y afirmar que Oporto, contagiada por las aguas del Duero donde se ve reflejada, es una ciudad pausada, de ritmo lento, quieta pero a la vez en marcha pues no deja de reinventarse, una ciudad que canta el mismo verso, es decir mantiene su vieja alma y su esencia pero con aguas y propuestas renovadas, en definitiva una ciudad entre la tradición y la vanguardia a la que aún no te has ido y ya quieres regresar.

Quién pudiera como tú,
 a la vez quieto y en marcha,
 cantar siempre el mismo verso
 pero con distinta agua.
  

  

 

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