Por el presente escrito (ya que la “distancia” está de actualidad en estos tiempos), podemos transmitir lo positivo de este concepto un tanto paradójico que llena su significado de sentido en base a una cierta presencia vacía física.
La distancia puede idealizar (también por frases como “ganar en la distancia”): en el caso de una persona que no veas desde hace mucho (y tienes en estima) y suelas recordar los momentos más agradables (incluso en el extremo de los fallecidos, a los que se les recuerda, en perspectiva espacio-temporal, sobre todo en sus facetas positivas). También en la distancia temporal hacia atrás (con nostalgia) uno suele recordar tiempos mejores y que le hayan impactado positivamente o se refugia en momentos felices (o incluso en el futuro esperándolo como el advenimiento de tiempos mejores).
Otro factor positivo tradicional sería la necesidad de “tomar distancia” para alejarse de personas o situaciones que nos están perjudicando (física o emocionalmente), al mismo tiempo que nos serviría de terapia para combatir ese estrés o angustia provocada por tal situación. La frase hecha de “guardar distancias” iría también en consonancia con lo que acabamos de comentar: o bien para el distanciamiento social (tan tratado durante la pandemia) o bien respecto a distancias de seguridad para la conducción…
Si llevas tiempo con un grupo de gente cercana (o estás dentro de los cánones de una sociedad que te impone reglas comúnmente aceptadas), la distancia te puede ser útil para estar solo, tomarte tiempo, poder encontrarte, reflexionar…
¿De cuántas formas puedes unirte sin acercarte físicamente? Mediante comunicaciones postales, virtuales, en experiencias religiosas con Dios…
El propio movimiento se ejecuta haciendo distancia, el movimiento como actividad vital y física, como forma de pensar-discurrir (esto último en su doble sentido de pensar y desplazarse). En este sentido, viajar (e incluso pasear), aparte de alimentar el alma, crea distancia y el estar lejos te hace sentir una experiencia intensa vital. El perderse tiene una estética que surge de alcanzar una bella meta por ser esta desconocida y distante. Podemos añadir que, una vez vistas esas cosas bellas, ya de vuelta, no están ya presentes (físicamente) pero la distancia física y temporal no borra el impacto y el recuerdo de algo mágico y lo tendríamos como algo que forma parte de uno (para siempre), aún estando ausente físicamente de nuevo: ya son cosas no ausentes aunque nos vuelva a separar la distancia.
Si entendemos la belleza como una forma suprema de creación inteligente o divina, eso requiere de una delicada forma de respeto y autonomía para ese objeto o sujeto; lo bello deseamos que exista, podemos recordar que para contemplar la belleza se precisa de volver a tomar distancia y perspectiva para apreciarla en toda su plenitud. Sería, por tanto, la distancia como un combustible para la propia belleza.
Como decía S. Weil,1 la distancia podría entenderse como la otra cara de la proximidad, o el encuentro respecto de la separación. En la amistad se entiende mejor que los intervalos de la distancia son necesarios para activarla (como partiendo desde el mismo punto anterior del último encuentro) y regenerarla (dice Weil que dos personas no amigas que estén próximas no tienen encuentro y si están lejanas no hay separación, ergo podría entenderse como dos formas de amistad tanto el encuentro como la separación). Incluso en tu pareja con la distancia te das cuenta más claramente de la necesidad de ver a la persona amada, y sin separación física, no habría ese ansiado encuentro. Hasta en el amor puro, sostiene Weil, que se le debe despojar de la condición del deseo personal (asociado a “comérselo”) y de la dominación (la purificación es la separación del bien y de la codicia; la separación purifica), lo que conllevaría la necesaria dosis de respeto y autonomía hacia el sujeto-objeto amado con la distancia como factor necesario para ese amor, sin que nos apeguemos ni involucremos demasiado a dicho objeto (no poseerlo, y poder amarlo en la diferencia); poder estar enamorado de las cosas que aparecen sin sucumbir al apetito y, asimismo, trascender la necesidad del deseo libera al amor. Por tanto, hay una delicada forma de autonomía y respeto en la distancia.
Pongamos en cuarentena aquello de la famosa frase “dicen que la distancia es el olvido”…
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1 https://culturainquieta.com/es/pensamiento/item/16775-la-filosofa-simone-weil-sobre-amar-la-distancia-y-la-separacion.html
Imágenes: Eduardo Esteban