Al encuentro de la plenitud: Frozen II y "La noche oscura"
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Al encuentro de la plenitud: Frozen II y "La noche oscura"

El presente texto busca comparar el tema de “la llamada interior” o “el encuentro último en la experiencia humana” derivado de dos motivos distintos: el largometraje de Frozen II y el poema "La noche oscura" de San Juan de la Cruz. Para ello, Mario Beltrán se adentra en el análisis de las semejanzas y diferencias que comparten ambas obras en el tratamiento de este tema común.

Mario Beltrán Granado | 11 sep 2022


«La cueva oscura donde temes entrar es donde está tu tesoro».

—Joseph Campbell—

    Podría parecer disparatado aventurarse a comparar un poema escrito en el siglo XVI con una película en un principio destinada a un público infantil. Sin embargo, también resulta estimulante para ejercitar la imaginación en busca de un hilo que conecte las dos creaciones. En mi opinión, lo que hay de común entre ambas es el componente místico que caracteriza a sus dos protagonistas. Este es clave en el desarrollo de la interpretación sobre las obras que construye el ejercicio comparativo. En consecuencia, casi diría que, desde determinada perspectiva, Frozen II podría ser una suerte de adaptación cinematográfica del poema, si bien no intencionada y con idiosincrasias diferentes.

1. Las dos místicas: la Amada y Elsa

    Son ellas los dos personajes que, en la realización de su viaje interno, no solo se representan a sí mismas, sino a todos y cada uno de los seres humanos. Esto se debe al tema espiritual que caracteriza el poema tanto en su superficie como en su profundidad, y que reside como un secreto en la cinta audiovisual. Antes de adentrarnos en la comparación es conveniente esbozar de forma sucinta el contenido de las dos historias.

    Publicado en 1618, pero muy probablemente compuesto en 1578, La noche oscura es un hito no solo en la poesía mística, sino en el conjunto de la obra de san Juan de la Cruz. A lo largo de ocho liras el poeta desenvuelve el trayecto del alma en su ascensión hacia Dios tras la supresión de lo terrenal que hay en ella. Para representar esto, el poeta disfraza la sagrada reunión con una imagen cercana a la naturaleza de dicho evento: el amor. En este caso, más concretamente, el encuentro afectivo entre una mujer y un hombre, el cual la espera al final de la noche oscura. Le daremos a la voz poética y protagonista del poema el nombre de “la Amada” para aludirla no solo de un modo económicamente lingüístico, sino reflejando su íntima conexión con la realidad divina que hay tras el símbolo de “el Amado”.

    Al otro lado del corpus comparado tenemos Frozen II, el largometraje de 2019 que actúa como secuela para su homónima predecesora. Como vamos a ver a continuación, la trama central sirve de reflejo para la trama interna de Elsa. Aunque vamos a enfocarnos exclusivamente en lo acontecido en esta película, resulta importante recordar algunos sucesos de la primera que son decisivos en la construcción de nuestra interpretación.

    En Frozen encontramos el comienzo del viaje de Elsa: desde la represión más absoluta hasta la plena liberación del miedo. En este proceso, nuestra reina helada pasa por circunstancias como el exilio voluntario y la soledad en las montañas, algo muy propio de la figura del místico. Sin embargo, la cinta culmina con su regreso a puerto seguro, a la solidez del amor. Esto representa una fase anterior a lo mostrado en La noche oscura, la cual comienza en el mismo punto vital para la Amada que para Elsa en Frozen II.

    Es ya en esta segunda película que Elsa escucha “la llamada”, la misma que palpita en el corazón de la Amada en el poema. Elsa ha alcanzado un punto de su vida en que finalmente es feliz: el gobierno de su pueblo es pacífico y ella, al fin, está integrada en su comunidad. Pese a esto, escucha una voz desconocida que apela a lo más profundo de ella. Una incomprensible sensación de que hay algo que necesita encontrar. Sí, Elsa se siente bien en casa, pero también busca un grado más elevado de pertenencia: la pertenencia máxima al universo.

    La catástrofe que cae sobre su reino poco después es la excusa argumental perfecta para que Elsa emprenda la peregrinación que desea. Si bien esta misión tiene como propósito restablecer la paz en el reino, terminará siendo mucho más trascendental para ella. El camino de esta travesía es doble, pues es externo e interno. Es el mismo que la llevará al encuentro con la Plenitud, del mismo modo que a la Amada al encuentro con Dios. Algo característico de la odisea de Elsa es que deberá realizarla a través de una niebla espesa, algo muy simbólico que en seguida trataremos.

    Así pues, tanto La noche oscura como Frozen II nos habla de una llamada procedente de las profundidades del alma y de la migración de esta en pos del hallazgo supremo.

2. Comparación

«Los símbolos se tornaron en pensamientos claros y a los misterios sucedieron las ideas.»

—María Zambrano—

    Para llevar a cabo este ejercicio, y aprovechando el orden lógico que sigue el poema, iremos comparando los versos según aparecen con los acontecimientos de Frozen II.

     Podríamos empezar atendiendo al título y primer verso del poema: «En una noche oscura». Muchos estudiosos atribuyen a esta expresión el significado de crisis, una crisis por la que ha de pasarse justo antes de conseguir algo de extremo valor. Un periodo de angustia e incertidumbre esencial para encontrar a Dios, a la Plenitud. Como el poeta romántico Thomas Moore señalaba: «Hemos de aceptar la noche oscura y vivir en consonancia a ella porque el alma se alimenta de la oscuridad tanto como de la luz».

    En este poema, pues, el término “noche” tiene un significado doble, por lo que podemos enlazarlo doblemente a la película. Fijaríamos el significado dual de “noche” en: momento temporal en que la Amada sale a la calle y crisis del alma. Trasladando esto a Frozen II, encontramos claramente la situación inestable dos veces: en el reino y en la propia Elsa. Así pues, podríamos interpretar “noche” por “odisea, búsqueda, peregrinaje, tránsito o misión”.

    “La noche oscura” es una experiencia independiente a cualquier cultura, sistema religioso o creencia organizada. Al hablar de ella estamos hablando de un estado espiritual, místico, psicológico o de la índole que sea; pero, ante todo, de un estado humano y, por ende, universal. Es nuestro encuentro personal con “Eso”, que es aquello que mayor sentido aporta a nuestra vida. Recibe muchos nombres —Dios, la Verdad, el Espíritu, la Iluminación, la Plenitud— pero esencialmente nos referimos a lo mismo: lo que más nos llena por su profunda naturaleza.

“Oscura”, por otro lado, alude a la dificultad en la visión. El sentido de la vista (interna o externa) se empaña en momentos de crisis, tras la caída de la noche y en malas condiciones de visibilidad, como es la niebla. Sin embargo, del mismo modo que la flor que sobrevive a la tormenta resulta más bella, esta dificultad sensorial le proporcionará, eventualmente, la visión más profunda. Ya hemos mencionado que esta última supone un factor clave en el desarrollo del largometraje, por lo que resulta más que plausible sustituir “oscura” por “neblinosa”. Así pues, La noche oscura bien podría llamarse La búsqueda neblinosa, algo adecuado para la ascensión del alma a Dios, a la Plenitud.

    El siguiente verso, «con ansias, en amores inflamada» viene a traducirse del mismo modo para ambas obras: la pasión por encontrar lo más profundo, el impulso natural hacia lo Divino. ¿Qué experiencia eriza más el vello que esta? ¿Cuál insufla un mayor despertar? Así lo sienten nuestras dos místicas, como celebra la Amada en los versos 3 y 8 («¡oh dichosa ventura!») y como Elsa expresa en su canción Into the Unknown. Al principio de la melodía, la joven muestra miedo por adentrarse en lo desconocido —en la noche oscura— pues sabe que entraña grandes dificultades: «I’m afraid of what I’m risking if I follow you into the unknown». Sin embargo, termina sumándose al entusiasmo de la Amada y aceptando que esa voz, ese encuentro, es lo que de verdad busca en la vida: «How do I follow you into the unknown?»

    En el penúltimo verso de la primera lira se refuerza la idea de “la noche oscura” como experiencia totalmente individual y personal: «salí sin ser notada». No hay nadie más, nadie aparte de la Amada en medio de la oscuridad. Nadie más oye la llamada, nadie salvo Elsa envuelta en la niebla (y aquellos Espíritus a los que ella está conectada). Pero no Anna, ni Kristoff, ni Olaf, ni Sven, ni nadie. Así vuelven a afirmarlo los versos 7 y 12: «por la secreta escalada, disfrazada» y «en secreto, que nadie me veía», respectivamente. En la última fase de la peregrinación de Elsa, esta está sola, superando el Mar Oscuro que custodia el glaciar del Ahtohallan, símbolo de la Plenitud y elemento comparable a ese Dios que espera en La noche oscura. Podríamos interpretar esta escena como una “noche oscura” dentro de “La noche oscura” que es el largometraje en sí. Es la crisis final de Elsa —su batalla contra el último adversario— antes de que llegue al glaciar, donde encontrará a la dueña de la voz que la llama: la Plenitud. Su autoconciencia. Ella misma.

    En el verso 5, «estando ya mi casa sosegada», la Amada se marcha de su casa sin ninguna tarea pendiente. El alma abandona la casa que es su cuerpo. Suprime lo terrenal y lo carnal que la acorazaba para regresar con Dios en su estado más puro y primigenio. No resulta difícil enlazar esto con la explicación que hemos dado acerca de la primera película, Frozen, donde Elsa conseguía finalmente liberarse del miedo para empoderarse. Solo desde esta posición de libertad y amor pueden ambas protagonistas emprender el viaje; ni desde “la cárcel del cuerpo” ni desde el miedo. Esto reafirma lo comentado acerca de que ambas obras comienzan con sus personajes en el mismo punto vital.

    En la segunda estrofa, cabe destacar los versos 6 y 9, los cuales componen un paralelismo: «a oscuras y segura» y «a oscuras y en celada». El sintagma “a oscuras” se liga con la dificultad en la visión, pero mientras que en el poema sirve al propósito de reforzar ideas ya expuestas, en Frozen II adopta un cariz diferente. Elsa ignora quién la llama, qué busca o qué va a encontrarse en su camino. Esto es radicalmente opuesto a cómo avanza la Amada, que en los versos 19 y 20 señala que conoce la identidad de su destino: «adonde me esperaba / quien yo bien me sabía». No obstante, lo que coincide en ambas a este respecto es el sentimiento de seguridad de que lo que hay al final es bueno, como apuntábamos en el verso 6 con “segura” y como la misma Elsa dice: «Creo que quien sea que me esté llamando es bueno. […] Lo que pasa es que mi magia lo percibe… yo lo percibo». Elsa reconoce en la voz a una amiga. Por otro lado, el “en celada” del verso 9 remite a la pasión por lo divino ya expresada del segundo verso del poema.

    Pasamos a la tercera lira, donde, allende lo explicado previamente, atendemos a los tres últimos versos. El verso 13, «ni yo miraba cosa», perfila el valor que tiene para ella el viaje, concentrada como está en su encuentro próximo con el Amado. Esto es una diferencia extrema entre la Amada y Elsa, pues Elsa lo mira todo. Esto no significa que Elsa le atribuya una menor importancia a su misión interna. Resulta diferente en cuanto que Elsa, a lo largo de toda la película, observa cada detalle de su alrededor. Se detiene en la contemplación de todo lo grande y pequeño para revelar así la realidad y alcanzar el paradero de quien la llama tan incesantemente. Recuerda que su madre le dijo que la voz «le cantará al que escuche bien» y que solo así «la respuesta encontrarás». Por tanto, no es de extrañar que atienda a todo para seguir el rastro hasta la voz. Como ella misma comenta: «Alguien me ha hecho venir aquí. Si lo encuentro, creo que tendré las respuestas».

    Los versos 14 y 15 hablan al fin de “la llamada”, hasta ahora ausente del poema: «sin otra luz y guía / sino la que en el corazón ardía». En el caso del poema, esta viene de dentro, del corazón. En el caso de la película puede parecer que la llamada proviene del exterior, del lugar hacia donde avanzan. Y aunque esto resulta verdadero en cierto modo —ya que Elsa acaba siendo guiada hasta su destino (el Ahtohallan)—, es allí donde descubre que quien la llamaba no era otra que ella misma. Su propia alma disfrazada por el recuerdo de la voz de su difunta madre. La parte divina que hay en su persona clamando por ser (re)encontrada y revelada.

    Vuelve en el siguiente verso con «Aquésta me guiaba», como la voz guía a Elsa hacia su destino durante toda la película. Lo interesante es lo que se añade a continuación, con el verso 17: «más cierto que la luz de mediodía». Del mismo modo que no hay nada más pasional que emprender el camino del espíritu, no hay nada más real que su llamada. Pese a que “la luz” del poema y “la voz” de la película son abstractas —o precisamente por ello— son más genuinas que la tangible «luz de mediodía».

    Con esta lira llegamos, finalmente, allí adonde es esencial llegar: a Dios, a la Plenitud, a la Verdad, a la Iluminación, a Uno Mismo. Al Ahtohallan. «adonde me esperaba / quien yo bien me sabía, / en parte donde nadie parecía». Nadie salvo la Amada llega a donde está el Amado, del mismo modo que nadie salvo Elsa puede acceder al Ahtohallan. Es la experiencia personal única y privada de la divinidad en cada una de ellas.

    El Ahtohallan es el verdadero hogar. Es la casa última, allí donde reside la esencia del universo, allí adonde verdaderamente pertenecemos. «Come, my Darling, homeward bound», se oye a la voz llamando a Elsa desde sus cavernas. El Ahtohallan, como se dice de forma reiterada a lo largo de la película, es el río mágico (congelado) que tiene todas las respuestas, toda la Verdad. Además —y como los creadores confirmaron— está diseñado a imagen de la vida de Elsa: unos altos picos, un grueso muro, un hielo lleno de luz; las aguas alrededor, en calma. El Ahtohallan es la estructura que se embellece conforme el alma se adentra en ella. La voz la guía hasta su núcleo y Elsa, ansiosa por encontrarla, la sigue y canta: «Show Yourself / Are you the one I’ve been looking for all of my life? / Show Yourself». Qué palabra más adecuada que “Muéstrate” para tratar de hallar la Plenitud. 

    A partir de la quinta estrofa ya podemos considerarnos, como lectores y espectadores, amparados bajo la calidez del Amado y sumergidos en las heladas cavernas del glaciar. Ya se ha producido el encuentro, como manifiesta el tiempo pretérito de los versos «¡Oh noche que guiaste!» y «¡Oh noche que juntaste!» de los versos 21 y 23, respectivamente. ¿Y cuál es el resultado de este encuentro? La ansiada comunión del alma con Dios, la culminación de la identidad de Elsa y de su deseo de autodescubrimiento. Ambas llegan a su destino, alcanzado así lo absoluto, transformándose, como se expresa de forma literal en los versos 24 y 25: «Amado con amada, / amada en el Amado transformada», en un diálogo de Olaf: «¿Sabéis que un bosque encantado es un lugar de transformación?» y en la canción Show Yourelf: «Step into your power /grow yourself into something new».

     En el caso de Frozen II, Elsa encarnaría tanto la figura de la Amada como la del Amado. ¿Por qué? Porque lo que encuentra al final del camino es a sí misma, como también canta («Iam found!») justo antes de su transformación en “un nuevo ser”. Una Elsa libre, una Elsa que se ama a sí misma. Sin duda, María Zambrano, al presenciar esto, comentaría: «La verdad, desgarrando sus velos le devuelve a la unidad su origen, la reintegra en su propia naturaleza […] Conocer es desvanecer […] la sombra, para, en la luz, ser íntegramente».

    Las liras sexta y séptima solo son comparables si son tenidas en cuenta como el proceso de éxtasis divina, de la fusión de dos seres o de la resolución de una sola. Al presentarse en motivos tan distintos, no es de extrañar que los versos de estas estrofas no hallen correspondencia en los eventos de la película. Mientras que la Amada acaricia al Amado, Elsa se adentra, corre, salta y revela los oscuros recovecos del Ahtohallan. Y es en este proceso, en el contacto de la una y en el descenso de la otra, que ambas arriban a la luz suprema que anida en Dios y en la Plenitud de sí misma, respectivamente. «Are you the way / I finally find out why? // You are the answer I’ve waited for all of my life / Show yourself», canta Elsa conforme llega. Y es solo entonces, que ese resplandor último «todos mis sentidos suspendía» (verso 35), y donde ambas pudieron finalmente decir: «Quedéme y olvidéme, / el rostro recliné sobre el Amado» (versos 36 y 37). Allí, en el lugar anhelado donde, tras superar “la noche oscura” con éxito, la Amada y Elsa supieron que «cesó todo» (verso 38). Porque lo habían encontrado todo.

3. Conclusión

    De lo que nos hablan La noche oscura de san Juan de la Cruz en el siglo XVI y Frozen II de Disney en plena contemporaneidad es del viaje de una persona hacia lo que verdaderamente es. Independientemente desde qué cultura se visiten estas obras, la experiencia descrita en ellas es universal solo por el hecho de ser humana. El día a día, el transcurso de los meses o la sucesión de los años nos presentan vivencias esenciales en el proceso de dar sentido a nuestra existencia.

    Sin embargo, cuando tumbados bajo la noche oscura sentimos el silencio y la soledad que sentiríamos en las profundidades de un glaciar, somos conscientes de que, al final, lo que verdaderamente proporciona un significado a nuestras vidas no es sino encontrarnos con la Plenitud —tenga el nombre que tenga— que hay en cada uno de nosotros.

4. Bibliografía

1. Lee, Jennifer & Buck, Chris. (2019). Frozen II. Película. Disney.

2. San Juan de la Cruz. La noche oscura.

3. Zambrano, María. Filosofía y Poesía. México. Fondo de Cultura Económica México. 1939.

Imagen: Miacat art para Twitter. Obtenida en https://ar.pinterest.com/pin/450219294002177168/

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